Los gestos ilustradores nos ayudan a encontrar las palabras en nuestro cerebro y a estructurar el mensaje

¿Sabías que los profesionales de la radio gesticulan como si los oyentes los estuviesen viendo? ¿Te has fijado en que la gente gesticula al hablar por teléfono como si tuviera delante a su interlocutor? Lo hacemos también cuando estamos a solas hablando con nosotros mismos. A mí me pasa incluso cuando escribo en el ordenador. De repente me sorprendo asintiendo a la pantalla, o señalando con el índice hacia la derecha del teclado antes de concluir el siguiente argumento.

Para ilustrar este fenómeno de nuestra comunicación no verbal, recientemente subí a mis redes una curiosa instantánea de mi compañero periodista Miguel Ángel Daswani, conductor del programa De la noche al día, en la Radio Autonómica de Canarias.

El bueno de Miguel Ángel tiene una gesticulación súper expresiva y muy expansiva, que no reduce a pesar de estar solo en el estudio. Él sabe perfectamente que nadie le ve, pero sigue hablando a sus oyentes como si estuvieran delante. Incluso se levanta a cada rato y termina algunos de sus alegatos de pie.

¿Por qué lo hace? Pues muy sencillo, porque los gestos ilustradores, aquellos que hacemos al hablar, no están concebidos solo para que nos entiendan mejor los demás, sino también para entendernos mejor nosotros mismos. Y además, son espontáneos e inconscientes.

Como ocurre con cualquier otro canal de la comunicación no verbal, nuestra gesticulación forma parte de nuestra personalidad, y tiene fundamentalmente un origen biológico y otro cultural. Algunas funciones las traemos de serie en nuestra carga genética, y otras las aprendemos con la experiencia.

Pues bien, los gestos ilustradores comparten con las palabras las áreas de Broca y Wernicke en nuestro cerebro, que son las encargadas precisamente de gestionar el lenguaje articulado. Es decir, funcionalmente, los gestos y las palabras están unidos. De ahí que los necesitemos para expresarnos mejor.

No recuerdo quién dijo que las palabras pasan primero por nuestras manos antes de pronunciarlas, pero no encuentro una forma más poética de explicar esta hermosa conjunción. Al hablar dibujamos en el aire los conceptos, y eso ayuda a que nos entiendan y a entendernos nosotros mismos.

Además, si nos fijamos con atención, veremos que los gestos ilustradores se disparan antes que las palabras. A veces son solo fracciones de segundos, pero siempre el movimiento es previo a la verbalización. Como analista de la comunicación no verbal, me gusta mucho observar ese detalle, porque suele ser un buen indicador de la espontaneidad y naturalidad del hablante. Cuando el gesto es posterior a la palabra, la autenticidad falla en el discurso.

El caso es que está demostrado que la gesticulación no solo sirve para dar sentido y enfatizar las palabras, sino que también facilita el acceso al léxico en nuestro cerebro, reduce la demanda de contextualización y nos ayuda esquematizar, economiza la memoria de trabajo, y mejora el aprendizaje, como explican Cartmill y Goldin-Meadow en el APA Handbook of Nonverbal Communication (2017).

En este sentido, se ha comprobado, por ejemplo, que los profesores que gesticulan más enseñan mejor. Y no solo eso, lo sorprendente es que los alumnos que gesticulan más también aprenden con más facilidad.

En cuanto a lo de ponerse de pie en el estudio de radio, en el caso de Miguel Ángel Daswani probablemente responda en parte a un hábito adquirido, y en parte a una necesidad expresiva fruto de una personalidad extrovertida y muy dinámica. Casualmente, lo hace justo cuando el tema o la sección está a punto de terminar y quiere pasar al siguiente asunto. Quizás su cuerpo esté indicándole en ese momento la necesidad de moverse y avanzar.

The following two tabs change content below.
Consultor de comunicación, experto en análisis y máster en Comportamiento No Verbal por la Universidad Camilo José Cela y la Fundación Universitaria Behavior & Law. Miembro de ACONVE y de la Asociación de la Prensa (FAPE-FIP). Fundador de analisisnoverbal.com.