César Toledo habla en 7.7 Es Radio sobre la importancia de interpretar y transmitir correctamente las señales de la comunicación no verbal

Intentar leer la mente de los demás es uno de los principales enemigos de la comunicación. Nadie puede saber lo que de verdad está pensando otra persona; de hecho, en ocasiones, ni la propia persona lo sabe. Sin embargo, a través de su lenguaje corporal, sí podemos averiguar cómo se siente, y esa información es mucho más valiosa para comunicarnos con eficacia.

A diario perdemos buena parte del tiempo y la energía en rumiar lo que nuestro interlocutor piensa realmente. Cuando nuestro simulador mental se activa, caemos en el error de imaginar los razonamientos lógicos que se ocultan tras las palabras del otro. Nos volvemos locos intentando conocer si de verdad quiso decir lo que dijo, o qué extrañas intenciones esconden sus argumentos.

Las probabilidades de acertar son las mismas que las del azar: ese estéril esfuerzo adivinatorio solo aporta distorsión a la posibilidad de entendernos y hacernos entender. Por el contrario, si nos concentramos en interpretar de forma correcta los signos conscientes e inconscientes de la conducta no verbal, sabremos con un alto grado de acierto cuál es su auténtico estado emocional, y si resulta congruente con sus palabras.

Si además tomamos consciencia de nuestro propio lenguaje no verbal, adaptándolo con naturalidad a nuestras respuestas, la comunicación fluirá sin problemas. De todo esto hemos hablado en el programa La Gaveta, que dirige Antonio Salazar en 7.7 Es Radio, una entrevista que grabamos en vídeo para que puedas visionarla con calma y extraer tus propias conclusiones.

Durante casi media hora, conversamos también sobre la inteligencia emocional o la forma de establecer sintonía con otra persona (rapport), y otros interesantes aspectos prácticos del lenguaje no verbal en el ámbito de las relaciones personales y profesionales.

No faltaron las referencias a la comunicación política, y a la crisis de credibilidad que sufre el sistema de poderes, influenciada sin duda por la crisis del lenguaje articulado: en un ejercicio de arrogancia colectiva, hemos utilizado nuestra superior capacidad cognitiva para vaciar de contenido las palabras, menospreciando el papel que nuestro cerebro emocional y la conducta no verbal juegan en la comunicación.

La transparencia no se consigue solo con una ley, ni a golpe de decreto, como explicamos en la entrevista. Esperamos que la disfrutes: