Los errores de comunicación del primer ministro británico en la campaña del referéndum secesionista

David Cameron declaró la pasada semana que la independencia de Escocia le “rompería el corazón”. Con esta íntima confesión pretendió introducir un giro emocional en la recta final de la campaña «Better Together»  del referéndum secesionista. ¿Lo consiguió? En nuestra opinión, no del todo. En un principio, la idea resultaba acertada, porque ya sabemos lo mucho que influyen los sentimientos sobre las decisiones del electorado. El problema estuvo en su deficiente ejecución, con algunos errores impropios de un líder mundial como el primer ministro británico.

Hemos analizado con detalle su comportamiento no verbal en el vídeo del acto celebrado en Edimburgo, y lo cierto es que el político inglés no sale muy bien parado. Según él mismo explicó, quiso mostrar pasión y casi lo consigue, sobre todo en la gestualidad y la entonación, dos canales que controla con notable soltura. Sin embargo, su expresión facial termina por delatarlo: más que pasional, resulta evasivo.

Cameron parece huir de la situación, al mantener todo el tiempo la cara girada hacia un lado u otro de la sala.  Aunque el público está sentado formando un semicírculo, solo se dirige a las personas de los extremos. Por momentos, da la impresión de no querer mirar a quienes estamos frente a él, los telespectadores. De hecho, nos evita. Incluso cierra los ojos y baja la mirada, en alguna de las ocasiones que repara en nuestra presencia, representada en la sala por la única cámara de televisión que facilitó señal realizada a los medios de comunicación.

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Resulta bastante incongruente hablarnos “con el corazón en la mano” y al mismo tiempo no querer mirarnos. Una de dos, o Cameron no siente realmente lo que dice, o se encuentra incómodo en aquel escenario. El caso es que se aprecia un control conductual que resta espontaneidad y autenticidad a la confesión. Transmitir emociones así, resulta muy complicado.

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Para terminar de estropear la puesta en escena, algunas microexpresiones faciales detectadas al ralentizar la imagen -como la forma de apretar y afinar los labios-, confirman la represión emocional de David Cameron. Y lo que es peor, apuntan hacia la ira como emoción básica subyacente, apreciable en la manera de juntar y bajar las cejas, la tensión en los párpados y el desplazamiento frontal de la mandíbula.

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En el análisis del comportamiento no verbal, expertos como David Matsumoto o Rafael López nos advierten que las microexpresiones faciales son tan sutiles como reveladoras, y aunque el público no es consciente de su presencia a simple vista, causan un importante impacto en el subconsciente emocional. De ahí ese “sexto sentido” del público cuando algo no encaja, aunque no sepamos de qué se trata. En este caso, la emoción básica esperable cuando a uno le “rompen el corazón” es la tristeza, no la ira -a no ser, claro está, que el autor de la rotura sea un cirujano cardíaco-.

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Aunque la responsabilidad final de lo sucedido sea del propio Cameron, es importante señalar el papel que pudieron jugar sus asesores al diseñar esta aparición pública que, por su trascendencia, debieron cuidar un poco mejor. Lo vemos en las tres instantáneas:

1. Acorralado y en el aire

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Aunque la intención inicial fuera ofrecer una imagen de cercanía, presentando al primer ministro rodeado de público, el efecto conseguido no es precisamente ese: Cameron aparece solo, en un lugar cerrado, separado de la gente y acorralado. Parece estar contra la pared, a la defensiva y sin escapatoria.

Sentarse fue otro error garrafal: por un lado, el taburete elegido le proporciona una postura inestable, pues sus pies no tocan el suelo. Por otro, le impide acercarse al público y acompañar con su torso los giros de la cabeza, la única forma de evitar el nocivo efecto de apartar la cara anteriormente comentado.

2. ¿Público local o TV?

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Otro error proxémico de manual: quienes diseñaron el acto, ¿querían que Cameron hablase al público presente en el local, a los telespectadores en sus casas, o a ambos? No lo sabemos, pero lo cierto es que no acabó dirigiéndose a ninguno.

  • Si querían que hablase con el corazón a quienes lo viesen por televisión, debieron pedirle que mirase a la cámara en los momentos más intensos, o que perdiese la mirada como hacemos al reflexionar.
  • Si querían que hablase solo a los presentes, debieron sugerirle que se levantara y acercara al público, haciendo un barrido circular con todo el cuerpo por la sala, para que ningún sector resultara excluido.
  • Y si querían que los telespectadores sintiéramos su cercanía al hablar, debieron elegir también la segunda opción, pero situando correctamente las cámaras para incluir al público en el plano.

 

3. Perfil sombrío

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La localización de la cámara que ofrece el plano medio y la iluminación constituyen, precisamente, el más imperdonable de los errores. Está claro que la configuración dispuesta por la producción audiovisual solo contemplaba la posibilidad de que Cameron hablase de frente y sin moverse del sitio.

Lo segundo lo cumplió, al verse condenado a la silla, pero lo primero no: de ahí que, al girar la cabeza a los lados, la mayor parte del tiempo los telespectadores solo viéramos su perfil ensombrecido por la disposición de los focos frontales.

 

…no sabemos si al primer ministro británico la independencia de Escocia le “rompería el corazón” de verdad, aunque aquel día debió de olvidárselo en Londres, porque tras su pretendida pasión hay una conducta evasiva y un esfuerzo por controlar la ira. En definitiva, una gran idea mal ejecutada,  a la que pudo sacarle mucho más provecho.

 

Sugerencias bibliográficas

Matsumoto, D., Hwang, H. S., López, R., & Nieto, M. A. P. (2013). Lectura de la expresión facial de las emociones: investigación básica en la mejora del reconocimiento de emociones. Ansiedad y estrés, 19 (2), 121-129.