Explicamos cómo la excesiva represión de la conducta de la reina resta naturalidad a su imagen

No es lo mismo el control conductual que la represión de la conducta. El control nos permite manejar con naturalidad y moderación la expresión de nuestras emociones. La represión nos presenta generalmente como seres rígidos y artificiales.

Algo de esto debe de ocurrirle a la nueva reina española, si nos atenemos al análisis de su comportamiento no verbal.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha definido a doña Letizia como una “gran comunicadora”, pero lo cierto es que sus gestos no dicen precisamente eso. Los hemos estudiado con detalle en los actos de abdicación del rey Juan Carlos y la proclamación de Felipe VI, y llegamos a dos conclusiones muy reveladoras:

1. Doña Letizia ha sustituido su espontaneidad verbal por una rigidez facial y postural excesivas, que restan naturalidad a su conducta y dificultan la conexión emocional con el público. El artificioso comportamiento de hoy nada tiene que ver con la autenticidad de su primera aparición en público junto al entonces príncipe de Asturias, improvisada en los jardines del palacio de La Zarzuela tras el anuncio de su enlace, en noviembre de 2003.

2. Once años después, el lenguaje corporal de la reina Letizia está dominado por dos tipos de gestos, que funcionan como una válvula de escape para esa férrea represión de la conducta que parece imponerse: los gestos emblemáticos, con los que sustituye las palabras; y los adaptadores, con los que canaliza un presumible nerviosismo.

Su manejo de emblemáticos y adaptadores constituye una combinación nada favorecedora, como se puede apreciar en estos dos carruseles fotográficos, que hemos clasificado para facilitar su apreciación:

Emblemáticos que rompen el silencio

La reprimida tendencia natural a hablar de doña Letizia se desborda en un exceso de gestos emblemáticos, que utiliza para comunicarse con su entorno más cercano, y que no siempre resultan adecuados ni necesarios: Da instrucciones con las manos, señala con el índice, vigila con la mirada, y llama la atención con las cejas o con los giros de todo su cuerpo. Este comportamiento puede causar una impresión doblemente negativa en el público: por un lado, da la apariencia de una persona demasiado controladora (se aprecia con su esposo y sus hijas); y por otro, puede interpretarse como una actitud poco respetuosa cuando, por ejemplo, interrumpe un acto o distrae la atención sobre su desarrollo. Veámoslo:

Letizia rompe el ritmo de la comitiva de entrada en la ceremonia de abdicación del rey Juan Carlos
Letizia guiña un ojo a sus hijas mientras suena el himno nacional
Letizia permanece ajena a la escena mientras realiza un gesto vigilante hacia sus hijas
La reina Letizia indica con un gesto a su hija que cierre las piernas
La reina Letizia llama la atención de sus hijas con elevación de las cejas
La reina Letizia indica a la infanta que se acerque, cuando esta ya lo estaba haciendo
La reina Letizia se gira rompiendo la posición de firmes en el podio de honores
La reina Letizia invita a sus hijas aplaudir, cuando son ellas las que reciben los aplausos
La reina Letizia dirige un gesto de aparente reprimenda a sus hijas

Adaptadores que encauzan el nerviosismo

El estrés causado por la represión conductual, más el nerviosismo propio de participar en un acto público, encuentra una válvula de escape en los recurrentes gestos adaptadores de doña Letizia. Curiosamente, consigue controlarlos sobre su persona y objetos, pero no puede evitarlos con el rey y, especialmente, con la princesa Leonor y la infanta Sofía, a quienes toca, acaricia, sujeta y empuja constantemente. Como se puede observar en ambas colecciones de fotos, tanto los emblemáticos como los adaptadores de la reina son innecesarios:

Letizia toca a la princesa Leonor mientras los demás atienden al desarrollo del acto
La reina Letizia toca instintivamente a ambas hijas mientras avanzan
La reina Letizia sujetando de varias formas a su hija en la foto oficial
La reina Letizia acaricia reiteradamente el pelo de la princesa Leonor
La reina Letizia rompe la posición de firmes del himno nacional para tocar a la princesa Leonor
Un nuevo gesto adaptador realizado por la reina Letizia
De nuevo, la reina Letizia acaricia el pelo de su hija
Gesto adaptador de la reina Letizia
Mientras saluda en el balcón, la reina Letizia acarcia el pelo de su hija
Gesto adaptador de la reina Letizia hacia su hija

En definitiva, nos atreveríamos a pronosticar que el lenguaje no verbal de doña Letizia ganaría muchísimo si prescindiera del exceso de gestos emblemáticos y adaptadores: lo mismo que mejoraría su imagen si consiguiese expresarse emocionalmente con más naturalidad.

¿Quién manda en palacio?

Como ejemplo de lo que decimos, incorporamos esta secuencia protagonizada por la familia real al completo. Las imágenes demuestran que no hacen falta muchas palabras para saber quién lleva la voz cantante. El manejo del espacio, del tacto y del tiempo puede resultar tan elocuente o más que el discurso verbal. La escena se produjo el día de la proclamación del rey Felipe VI, justo antes de salir del palacio de La Zarzuela para dirigirse al Congreso de los Diputados. Las 12 imágenes seleccionadas son suficientes para averiguar quién manda en casa, al menos, en apariencia.

El rey y sus hijas esperan por la reina Letizia en el exterior del palacio. Aunque las cámaras de televisión ofrecen señal institucional en directo, el ambiente es familiar y distendido: Utilizan una puerta secundaria, y junto a ellos se encuentra el príncipe Pablo de Grecia, primo del monarca, que va en mangas de camisa.
Las imágenes parecen “robadas”. La salida de casa no forma parte del acto oficial, y los protagonistas se comportan ajenos a las cámaras. La princesa Leonor se entretiene jugando con su padre. La Reina Letizia se hace esperar por todos. Una de dos: o la familia ha salido muy pronto, o ella se retrasa.
El rey aprovecha el retraso para indicarle a la princesa con un gesto ilustrador el coche en el que deberá viajar con su hermana, aparcado tras el Rolls-Royce Phantom usado por los reyes. La princesa observa el lugar indicado y repara en la presencia del vehículo.
Aparece por fin la reina Letizia, y la familia al completo se dispone a salir. Con un gesto emblemático, el rey se despide enviando un beso a su primo, que ha vuelto al interior de la vivienda. La reina lo ignora al pasar. No hay saludos oficiales ni protocolarios.
El rey realiza  alguna indicación a su esposa, con un gesto ilustrador de su mano. Las hijas se dirigen hacia su coche sin necesidad de más indicaciones. El ayudante de campo que asiste a las niñas ese día (el oficial de la Armada que aparece de blanco tras el rey) no las pierde de vista.
El rey señala con otro gesto ilustrador el interior del vehículo. Su esposa debería entrar primero y ocupar el asiento izquierdo. Las hijas caminan hacia el segundo vehículo. La reina parece dirigirse al interior del suyo.
De forma inesperada, la reina da la espalda al monarca y deja a su esposo con la palabra en la boca, en este caso habría que denominarlo “con el gesto en la mano”, para ser más precisos. En lugar de atender a la invitación de subir al vehículo, se dirige al segundo coche.
Al fondo de la imagen vemos a la reina comprobar que sus hijas han entrado en el vehículo (¿?), mientras el ujier de la derecha ha cerrado la puerta del Rolls y observa desconcertado la escena. El rey mira hacia otro lado.
Mientras la reina continúa con sus inexplicables comprobaciones (¿?), el ujier parece recuperar la formalidad de su postura y el rey observa impaciente. Los segundos se hacen eternos. Es la segunda vez que su esposa le hace esperar esa mañana, que sepamos.
El indiscreto realizador de televisión nos permite observar, con un plano cerrado sobre el segundo vehículo, cómo la reina hace algún comentario a sus hijas y cierra personalmente la puerta del blindado, un trabajo que debieron realizar los miembros del servicio de seguridad o el ayudante de campo.
La reina inicia el regreso a su vehículo con la cabeza baja, pero con una expresión muy sonriente, entre avergonzada y divertida. No sabemos lo que pretendió con esta inesperada visita al coche de sus hijas, pero debió de parecerle muy gracioso…
Y además, debió de causarle mucha satisfacción personal, si nos atenemos a la placentera emoción reflejada en su rostro.
La reina sorprende casi por la espalda con un coloquial “adiós” o “hasta luego” (no hay audio) a un capitán de la Guardia Real a quien ofrece la mano. El gesto resulta forzado por la posición lateral, e inusual porque se trata del oficial de seguridad que comanda el servicio de armas (viste uniforme de diario, luce al cuello la gola metálica y va armado).
El saludo al sorprendido militar le permite evitar el contacto visual con su esposo, aunque antes de subir al vehículo la reina mira a las cámaras de televisión, de cuya presencia ha sido consciente en todo momento, y compone una sonrisa social. El rey baja la cabeza, mira al suelo y pone expresión de circunstancia.

El colofón: la reina acaricia el rostro de su esposo de forma displicente -aparta la mirada y ríe-. Más que un gesto demostrador de afecto, parece un gesto adaptador (canaliza su nerviosismo), o un gesto emblemático (en cuyo caso tendría una connotación burlesca).

Y como epílogo, las posturas de ambos en el vehículo: el rey se echa hacia atrás y mira al frente, mientras la reina se inclina hacia adelante y mira directamente a las cámaras de televisión y a los fotógrafos.

Si todavía no tienes claro quién manda en la familia puedes ver la secuencia completa en este vídeo, colgado por la Casa del Rey en su canal Youtube, de donde hemos extraído el resto de las imágenes codificadas en este análisis.